Comentario
Hablamos de una época compleja, ambivalente, heterogénea, final y principio, en la que los deseos de modernidad y de ruptura con la tradición se mezclan con sentimientos nostálgicos que empujan al hombre a volver la cabeza hacia el pasado.
Nos movemos en un área cultural constituida por diversas imbricaciones: el psicoanálisis de Freud, los ecos de la música de Wagner, Schopenhauer y el nihilismo filosófico, el anarquismo y la represión socia!, la literatura de Mallarmé, Oscar Wilde, Huysmans, Rilke, Maeterlinck, Hofmannsthal... En esta época es donde la historia del arte ha decidido encontrar estilos; así, conviven en ella el simbolismo, el neoimpresionismo, el sintetismo, el art nouveau... Desde las tertulias de los martes en casa de Mallarmé, verdadero foco del simbolismo, se estaba abriendo un horizonte que trasciende París y crea una atmósfera supranacional. Los artistas que se mueven en el ámbito del simbolismo se mezclan con los responsables de la nueva imagen de la arquitectura, la integración de las artes, el diseño de objetos y la ilustración que unificaba el Art Nouveau internacional. Se producirán poluciones y derivaciones entre la pintura, la ilustración gráfica y la decoración y aunque es muy aventurado establecer criterios formales unitarios, sí se puede hablar de un ambiente contaminante o, si se quiere, de una trivialización de la poética simbolista y una deriva de ella hacia el entorno en general. Porque el hecho de ir dando una visión de la época por apartados no debe alejarnos de la consideración de que en ella existe, como dice Hofstätter, "una unidad de vivencia que todo lo penetra y, como consecuencia, conduce a la obra de arte total, (ésta) constituye el verdadero elemento sustentador del nuevo estilo, que encierra las partes del espacio interior y engloba a las personas que se mueven dentro de él, ya que el objeto artístico es para el modernismo la vida misma". Modernismo entendido en términos juanramonianos: no como cosa de escuela ni de forma sino de actitud.
Quizá esa nueva forma de arte que va definiendo los objetos, las casas de la burguesía enriquecida y la imagen de la ciudad opulenta de la Belle Epoque (la torre Eiffel testimonio de la Exposición de 1889, el Grand y el Petit Palais de la de 1900), es la imagen de una época que tomaba conciencia de sí misma a través de estas manifestaciones. París era el centro de un mundo civilizado y enriquecido tras haber colonizado -¿civilizado?- las Indias, el Asia oriental y Africa. Las actividades culturales se exigían modernas, liberadas ya de las formas y de las ideas establecidas. Belleza nueva, nuevo disfraz que oculte la fealdad. El Art Nouveau o el Modernismo dibujan el ambiente de una burguesía que es muy consciente de los límites que se ha hecho trazar en un mundo en el que los conflictos sociales son fortísimos y en el que las condiciones de vida no-burguesas eran miserables. Más allá del Ensanche de las ciudades, se abría un horizonte -el Extrarradio- de hacinamiento y miseria.
Hay un rechazo hacia el positivismo que conforma una realidad vulgar, hacia la vida cotidiana y sobre todo estrecha y agobiante del mundo burgués. No es que sea una reacción contra el naturalismo, sino "contra el espíritu utilitario de la época, contra la brutal indiferencia de la vulgaridad" (E. L. Chávarri). Por ello se debe tener en cuenta tanto la fascinación hacia los primitivos como la huida hacia paraísos artificiales: torres de marfil o hacia las fuentes de la vida, hacia lo primigenio y también lo inalcanzable, lo misterioso y lo terrorífico. Una vida en el arte, como arte, que imite al arte.